martes, 30 de agosto de 2016

¡Nueva semana, nuevos cuentos! ¡Y empezamos con un bello clásico!
De la sección CUENTOS CLÁSICOS ARGENTINIZADOS:
La Sirenita Enamoradita
Cuenta la historia de Gabriel, una pobre princesa del mar… ¡Bah! ¡Del Río De La Plata! La piba tenía nombre de varón por culpa del padre, que esperaba un hijo con el que poder irse de parranda.
Gabriel y su padre, el rey Tritón, eran mitad humanos y mitad peces; probablemente una enfermedad genética provocada por la contaminación del Riachuelo. Él tenía como cetro un tridente parecido al del Diablo, pero fabricado con restos de los barcos encallados en esas aguas muy cristalinas que digamos.
La cosa es que Gaby, como le gustaba que la llamaran, estaba paseando por las aguas cercanas a una playa privada, y se quedó embobada mirando a un hombre que se asoleaba acostado en la arena. Fue amor a primera vista… O por ahí ella estaba en celo, como le suele suceder a los peces en cierta temporada. El hombre, quien resultó ser asimismo de la realeza, ya que era hijo del rey de la droga, la miró. Claro que ella tenía sólo la mitad superior del cuerpo fuera del agua; y como en su reino submarino no era costumbre usar ropa… el príncipe se tiró de cabeza al agua. Y, como ella no quería que supiese lo que era, se las tomó antes de que él la alcanzara. Lo único que él vio al sumergirse fue su cola de sirena. Pero con lo drogado que estaba… también había estado viendo elefantes rosados, y había mantenido una discusión con un cactus al que le reclamaba que se disculpe por haberlo pinchado. Así que supuso que se la había imaginado.
Gabriel se devanaba los sesos pensando cómo podría hacer para andar en dos piernas como su amado príncipe; aunque es sabido que todos los fines de semana él quedaba tan dado vuelta que, más que en dos piernas, tenía que andar en cuatro patas del mareo que se agarraba.
La bruja malvada, una tortuga marina que, según dicen, tenía poderes (¡Y…! ¡Si sobrevivís en las aguas del Riachuelo, es porque tenés poderes!), le dijo a Gabriel que podría darle piernas si ella le daba a cambio su voz. Teniendo en cuenta que sus amantes se le quejaban de que tenía voz de pito y que, después de todo, el príncipe ya había visto sus “atributos”, ella supuso que era solo un trato aceptable y que por ahí hasta le convenía. El problema es que su enamorado estaba comprometido, y se supone que ella se convertiría en espuma de mar si él no le daba bolilla. El padre estaba como loco, aterrado de que muriese su hija por culpa de un tipo que ni siquiera era de su misma especie.
_ “¡¿Con uno de ésos asquerosos humanos?! ¡Humanofilia en mi propia familia!” gritaba Tritón.
Cuando la princesa Gabriel llegó hasta el castillo del príncipe en traje de Eva, y lo vio casándose con otra que no sólo tenía piernas sinó que también podía hablar, creyó que no tenía esperanzas. Pero estaba equivocada. Después de todo, casarse no es castrarse, ¿no?
La nueva esposa del príncipe puso el grito en el cielo al ver a una mina completamente desnuda espiando desde la ventana.
_ “¡Apenas nos casamos y ya me estás metiendo los cuernos, hijo de puta!”
Pero, como el hechizo algún efecto tenía que hacer, los recién casados vieron con horror cómo la hija de Tritón se transformaba… ¡En un sirena! ¡Claro…! ¡Si la bruja era una vieja senil como de cien años! ¡A veces le pifiaba con los encantamientos! El príncipe la quería echar a las patadas a la sirena.
_ “¡Con la parte de arriba se me ocurre qué hacer! ¡¿Pero qué voy a hacer con la parte de pescado?!”
Pero, afortunadamente para la princesita, la recién casada tenía gustos, digamos… no muy comunes. ¡Ustedes saben de los escándalos de la realeza! Y al ver la escamosa cola de la sirena, dijo: “¡Esperá, amor! ¿No estábamos buscando una mascota? Digo… por ahí podríamos dejarla que se quede en la pileta y… después vemos”.
Y, colorín colorado, un trío se ha formado.
Fin

Victor Gabriel Pardo


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